Para una estancia en la capital de Grecia, una parada en el Museo de la Acrópolis es imprescindible. Inaugurado el 20 de junio de 2009, el edificio, desde el exterior, esconde bien su juego al ofrecer características modernas y relativamente neutrales. Excepto que en el interior, se remonta al pasado, desde la prehistoria hasta la ►
Para una estancia en la capital de Grecia, una parada en el Museo de la Acrópolis es imprescindible. Inaugurado el 20 de junio de 2009, el edificio, desde el exterior, esconde bien su juego al ofrecer características modernas y relativamente neutrales. Excepto que en el interior, se remonta al pasado, desde la prehistoria hasta la antigüedad tardía. El asombro durante la visita al museo es paulatino. Todo comienza incluso antes de entrar, en la plaza exterior donde los visitantes pisotean con los pies los descubrimientos de las excavaciones sobre la antigüedad. El búho, un símbolo de Atenas que data del siglo V a. C., se alza sobre su columna de acero para darte la bienvenida. En la galería de las laderas de la Acrópolis, en la planta baja, los tesoros extraídos de los santuarios cercanos a la Acrópolis se exhiben en vitrinas y bajo el piso de vidrio transparente. Desde el primer piso, es exquisito circular entre las estatuas para admirar la gracia y delicadeza de la escultura y el drapeado. Una parada frente a la esfinge de la sonrisa enigmática, la Korê y el portador del ternero ofrece un momento de asombro asegurado. En el último piso dedicado al Partenón, las 50 columnas de acero son de un esplendor fascinante. Los frisos, metopas y frontones están dispuestos a ser considerados originales. En el descenso, queda por descubrir otra parte del primer piso, especialmente las Cariátides. ◄